La cochera de mi infancia.


Salí a la cochera, era la de la casa de mi infancia. Había varias personas, parecía ser de día pero todo era gris y nebuloso, así como la gente ahí presente. Nadie saludaba. Recorrí el área y para mi gran sorpresa estaba mi abuela, me sorprendió porque hacía poco tiempo que había muerto, me saludó como siempre con gran afecto, de pronto sentí que toda esa gente en mi cochera era parte de su descendencia. Había alrededor de siete niños sentados en la entrada, la que llevaba a la cocina en la que comía junto a mi familia cuando era pequeño. Los niños no eran comunes. No eran llenos de energía y dinámicos, siempre jugando, no, sólo estaban como las demás personas presentes, serios y como si yo no existiera. Mi hartazgo me llevó a saludarlos, lo hice con alegría y mi mejor vibra, apenas me miraron y  me extendieron las manos. Como una sombra atrás de mi que apareció de la nada y comenzó a deambular por toda la cochera con una y otra persona, la conocía, podía sentirlo de manera estremecedora. Me acerqué y la tomé del brazo, me regresó una mirada triste y lejana, casi sin vida. Continuó merodeando y yo decidí saludar al señor colocado frente a aquella gran ventana que daba a la cochera con piso naranja. Él estaba sentado en lo que parecía un pequeño escritorio, muy concentrado, al igual que los demás era muy insensible ante mi presencia. Me acerqué y lo saludé con jovialidad, del mismo modo que a los niños. Apenas me miró y siguió con lo que parecían unas importantes labores. Sentí de nuevo la presencia de ella, como si me observara, no tuve el valor de voltear la a ver, sentí un nudo en la garganta y tragué saliva. 

No sé que pasó luego, estábamos en un lugar oscuro, había una bañera con una cortina, a un costado estaba ella, sólo nos mirábamos sin decir una palabra, estaba semi desnuda, tenía unas enormes ganas de tomarla y fornicar . 

Ahora estábamos en una conferencia y tenía que pasar al frente para llevar el número siete, algo me darían a cambió del papel (el cual tenía escrito un número siete), según afirmó la expositora. Pasé al frente, no sabía a donde dirigirme, vi dos hileras de personas esperando, me forme en una de ellas y esperé mi turno hasta recoger mi premio. Algo obtuve, no entendía que era, ni me importaba, pero cuando llegué a mi lugar y me senté, ella ya no estaba, en su lugar había un hombre sentado en una silla desplegable, parecía joven, más jamás pude ver su rostro. Me molesté. La presentadora en el micrófono me llamó mientras mostraba el papel que en vez del número contenía un rectángulo y me reclamaba que ese no era el buen papel. 

Busqué en el asiento de enfrente, era el asiento de un autobús para viajeros. Abrí la bolsa de tela, creo mi intención inicial era buscar aquél número, pero sólo encontré una cantidad de dulces y chocolates, muchos de ellos mordidos o en mal estado, había uno de esos huevos de chocolate sorpresa roto por un costado. Seguía muy molesto. Levanté la cara y ahora ella estaba sentada junto a mi en el asiento par de aquél oscuro autobús. La miré, lucía bien, con un vestido verde que brillaba y bastante corto, pero su semblante era fantasmal y reinaba la indiferencia. No aguanté y solté.

-¿Ahora qué pasa?
-Es que quiero algo de ti- dijo ella mirando a otro lado y con una sonrisa sádica.
-Vamos, dilo ya ¿qué quieres?
-Ahora quiero que cuando laves la vajilla y termines, quiero que seques tus platos, tus tenedores y tu vaso.

Ella lucía irresistible con ese vestido verde, su hermosa piel lechosa era como la luna en una muy oscura noche, lucía imponente.

Por dentro pensaba, no otra vez, no. 

-Vamos dijo ella, no quieres tomarme, anda sólo haz lo que te pido y soy tuya.

Cerré la puerta del cuarto, ahora de mi actual casa o al menos eso parecía. En la oscuridad sólo había una cama solitaria, me metí entre las frías sabanas, tragué saliva e intenté dormir.

-------------------

Enlaces que te pueden interesar:
Los mejores 10 celulares del 2016 según varios sitios y revistas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario